Hoy os dejamos un cuento de los números, las increíble historia de Carlota y el número UNO. Esta es una de esas historias, que uno ha de contar siempre desde el principio, así que empezaremos desde cero.
Cuento de los números: La historia de Carlota y el número uno
Carlota era una niña pequeña que media… más o menos como cualquier niño, digamos que tenía la altura suficiente para hacer muchas cosas a solas.
Esto de hacer cosas sola la gustaba mucho, pero también le gustaba hacer cosas en compañía, como ir al cole.
Lo de ir al cole al principio reconozco que asusta un pelín, pero luego nos gusta a todos, veamos si sois sinceros y respondéis…¿A quién no le gusta compartir y jugar con los compañeros?
Lo sé a todos nos gusta, nos gusta compartir nuestros dibujos al terminarlos, y que todos los vean, y las manualidades que hacemos con plastilina o con cartulinas.
Pero un día nuestros profesores saben que somos capaces de emprender otras aventuras y nos guían por mundos que hasta entonces sabíamos que existían, pero nunca nos habíamos propuesto conquistar.
Y eso… también le sucedió a Carlota. Un día su profesora Mari Luz decidió enseñarles a sumar, claro que para esto también llevaban días aprendiendo los números.
Carlota no había dicho nada, ni a su madre, ni a su padre, ni tan siquiera a sus abuelos, y mucho menos a su profesora Mari Luz, pero cuando llegó al cinco el uno se le había olvidado, así que cuando andaban con el nueve, el uno había quedado tan atrás… tan atrás…, que parecía haberse escapado y no existir.
Pero ahora se encontraba allí en medio de la primera clase de sumas. Mari Luz había repartido unas fichas con dibujos de colores, dibujos a los que había que poner un número, y este número tenía que ser el resultado de los dibujos de la ficha.
Pero aunque habían comenzado por el uno, a ella se le había olvidado. Se puso tan nerviosa por aquel olvido que comenzó a llorar.
Al principio quiso contener las lágrimas, pero estas son muy listas y saben escurrirse aunque nosotros no queramos, una vez que la primera encontró como resbalarse por la mejilla las demás la siguieron, y pronto resbalaban como goterones enormes, tan grandes que el puño de su camiseta era incapaz de secarlos, cayendo sobre la ficha y mojándola sin poder remediarlo.
Su compañero Marcelo vio como lloraba Carlota y llamo a su profesora para pedirla ayuda.
-¡Seño… seño! Carlota está llorando mucho
Dijo muy preocupado, levantándose de la mesa para consolarla. La profesora tardo dos décimas de segundo en llegar hasta ella.
-¿Qué te sucede Carlota?, no llores
Le dijo mientras sacaba un pañuelo de papel del bolsillo de su babi de profesora.
-¡Ay Carlota! No llores así que nos vas hacer llorar a todos
Pero no podía contenerse, había olvidado el uno, no era para menos, no se acordaba como se pintaba el uno, el… ¡uno! Le había abandonado, y pensaba que lo había hecho para toda la vida.
Así estaba Carlota llorando y llorando, con una desconsolación tan preocupante que la clase cesó de hacer sumas, todos sus compañeros la animaban a calmarse, incluso Pirri el canario que tenían como mascota también cesó, ni uno solo… “pirri-pi-pi” cantó mientras ella lloraba.
– Si no dejas de llorar, no sé qué le voy a decir a tu mamá, no sabré decirle el motivo por el cual lloras, y ya no solo me asustaré yo, también se asustará ella.
– Me he olvidado
Susurró sollozando mientras se sonaba aquella nariz atascada por culpa de las lágrimas.
– ¿El qué has olvidado Carlota?
– He olvidado como pintar esto, no sé cómo pintarlo
Entonces Mari Luz la abrazo y la dio un beso para que no tuviera miedo, secó sus lágrimas y la sonrió.
– ¡Bueno…bueno! No te preocupes Carlota si lo has olvidado, yo estoy aquí para recordártelo ya no… una vez, cien veces, que digo cien… millones si es necesario, y si por cualquier motivo necesito ayuda, también están tus compañeros para ayudarte ¿A qué si chicos?
Todos proclamaron un… ¡sí! Contundente y rotundo
– Lo ves no estás sola, nadie aprende solo, hasta yo misma necesito ayuda para aprender, yo también tengo profesores y compañeros.
Entonces Carlota dejo de llorar, y entre todos pensaron como ayudar a Carlota. Todos tenían ideas increíbles, así que para que todos y cada uno de ellos pudiera decidieron hacerlo en común.
Ese día dibujaron entre todos un uno muy… muy grande para Carlota, tan grande como ella, pues lo hicieron en un papel que tenían para hacer murales.
Carlota se tumbó de costado sobre él extendiendo los brazos y las manos, entre todos perfilaron su contorno. Era el uno de Carlota, entre todos le dieron color, y cuando lo terminaron lo pusieron en la pared.
Ahora era más difícil que a Carlota se le olvidara el uno, pues si en alguna otra ocasión a el uno le daba por irse de viaje, tenía una postal suya para recordarle.
— FIN —
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