Los remedios de la abuela Carmen – Cuento para leer

los remedios de la abuela

Hoy os contamos un cuento para todos los niños antes de dormir, no es un cuento de miedo aunque puede darlo, pero alli están los remedios de la abuela carmen para solucionarlo.


Cuento sobre abuelos. Los remedios de la abuela Carmen

Allí estaba yo… sentado en aquel sillón de respaldo enorme, al que mi abuela Carmen llamaba el orejas, esperando que llegase la hora temida, la terrible hora, la peor hora del mundo, la hora que ningún niño del mundo quiere que llegue… ¡la hora de irse a la cama!

Mi abuela no lo sabía, pero desde hacía ya algún tiempo me había entrado un miedo enorme a los monstruos, pero sobre todo a los monstruos nocturnos. Por eso mi madre me dejaba la luz encendida, la puerta abierta, y las noches que sentía su presencia incluso me dejaba irme a dormir con ella.

Pero mi abuela me creía mayor, lo sé porque siempre me decía… “estas hecho un hombrecito” y por lo tanto no se lo había dicho, porque los hombrecitos no tienen miedo a los monstruos. Así que allí estaba yo… sentado en aquel sillón con el miedo en el cuerpo y la boca bien cerrada, hasta que mi abuela vino a proponerme lo que no quería escuchar…

-¡Carlos! A lavarnos los dientes, y ponernos el pijama que ya es tarde y tenemos que descansar

Me quede petrificado, aquel sillón me absorbió el trasero de tal modo que aunque escuche a mi abuela perfectamente yo me hice el sordo, y tuvo que volver a decirlo…

-¡Carlos! Ven a lavarte los dientes

Pero… ¡nada! Yo seguía inmóvil, como si me estuviese hablando desde quien sabe dónde y no fuera conmigo. Entonces mi abuela se acercó al sillón, me revoluciono el cabello; y debió ver mi cara de miedo, porque sin decir nada ella entendió que me sucedía algo, y además grave.

-¿Qué te pasa Carlos? Porque no vienes a lavarte los dientes… ¿Acaso no me has escuchado?

-Si te he escuchado abuela

-¿Es que te has vuelto un desobediente?

-¡No abuela!

-¿Entonces qué te pasa? A la abuela le puedes contar lo que sea, por muy especial que pienses que es, yo nunca revelare tus secretos… dime… ¿estas enfadado conmigo?

-¡No estoy enfadado contigo abuela!

-¡Pues no entiendo nada! Así que me quedo aquí sentada hasta que te apetezca contármelo, y que sepas que no tengo prisa, puedo estar despierta toda la noche si es necesario

Así que allí estaba yo, sentado en aquel sillón junto a mi abuela, y lo peor era que como no le contase lo que me sucedía podríamos estar allí sentados toda la noche si era necesario, yo sé que ella podría estar despierta sin decir nada, lo sé porque cuando me operaron de apendicitis, fue capaz de estar toda la noche despierta atendiéndome,

Tras aquello no lo dude y le conté lo que me sucedía…

-¡Abuela!

-¿Qué?

-Te lo voy a contar

-Me parece muy bien… ¿Qué te sucede?

-Que tengo miedo a los monstruos

Entonces abrió los ojos como platos y dijo…

-¡Lo mismito le paso a tu padre! Cuando tenía tu edad más o menos

-¡Que mi padre tuvo miedo a los monstruos!

-A los monstruos… a los fantasmas… a las arañas e incluso tuvo una época que tuvo miedo a la oscuridad, menos mal que su abuela paterna me revelo la súperfórmula magistral, la única, la inigualable fórmula secreta, que se pasa de generación en generación, porque todos los hombres de la familia cuando empiezan a ser hombres sufren de miedos,

-Y… ¿Qué formula es esa abuela?

-Creo que aún guardo aquel spray anti-monstruos en el cobertizo, cojamos una linterna y vayamos a por él

En un tris tras estábamos en el cobertizo rebuscando en un baúl con pinta de viejísimo, un bote de spray que contenía la formula anti-monstruos, tuvimos que rebuscar y rebuscar, lo encontramos casi… casi… en el mismísimo fondo.

-¡Aquí esta!

Exclamo mi abuela, alzando los brazos y pidiéndome que me hiciera a un lado para ver si aún contenia algún resto en su interior, presionó el gatillo del pulverizador y no salió nada

-¡Vaya! Tenemos que rellenarlo, acompáñame a casa, y promete por todo lo que más quieras que mientras yo realizo la formula tu no miraras como lo hago

-¿Porque abuela?

-Porque los monstruos intentaran sonsacártela dormido, y si se la das… darán con el antídoto, es mejor que la sepa solo yo.

Dicho esto mi abuela me volvió a dejar sentado en aquel sillón de orejas, yo la sentía trastear en la cocina, abrir y cerrar puertas, abrir y cerrar cajones, pero por mucho que yo quisiera imaginar, nunca averiguaría ni averigüe que contenía aquel bote repelente de monstruos.

Luego me lave los dientes, me puse el pijama y mi abuela roció aquel contenido por la habitación, y antes de darme las buenas noches me aconsejo…

-Deberías mirar el bote repelente de monstruos un momentito fijamente

-¿Para qué abuela?

-Porque de esta forma si te quedas dormido y sueñas con monstruos lo tendrás a tu lado, es mágico, y solo con mirarlo te lo puedes llevar si duermes, así que… si por alguna extraña razón se aparecieran en tus sueños, puedes rociarles con él para que desaparezcan, es sumamente efectivo, tu padre durmió perfectamente desde que comenzamos a usarlo.

-¡Qué bien abuela! Muchas gracias, eso sí… cuando venga mama a por mí dala la fórmula secreta, por si las moscas

-Para las moscas no vale Carlos, solo funciona con los monstruos

Tras aquello los dos reímos, y la verdad es que aquella noche no vinieron a buscarme a la habitación, y si es cierto que soñé con monstruos, pero utilice mi poderosa arma secreta y acabe con ellos.

Desde entonces no hay monstruo que me de miedo ni lugar en el que no duerma tranquilo.

–FIN–

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